DÍA 26
SUMERGIDA
DOLORES, de Bruno Loth. PONENT MON, 2020
Los recuerdos de tiempos pasados emergen en personas de edad avanzada con algún tipo de enfermedad neurodegenerativa. Me acuerdo de la época, cuando era pequeña, en la que mi abuelo comenzó a olvidar sistemáticamente: lo que había bajado a comprar, qué había comido el día anterior, donde vivía, quiénes éramos. Mientras perdía una parte de sus recuerdos, otra fue ganando presencia y casi, puedo decir, sustituyendo a la anterior: solo hablaba de sus años jóvenes, cuando trabajaba de sol a sol en el campo y se dedicaba a sus animales. Por supuesto, las personas de su presente ya no existíamos; eran las del pasado, con las que se había relacionado muchas décadas atrás, las que nos habían sustituido, volviendo a su día a día.
Algo similar le sucede a Marie, el motor del relato argumental de Dolores, de Bruno Loth (Ponent Mon), pues sumergida en su memoria se encuentra la historia que ejerce de argamasa entre pasado y presente. Y es que en esa visita de Nathalie a la residencia en la que se encuentra su madre -Marie- y en la que la directora le informa del incipiente diagnóstico de alzheimer de su madre, también descubre una serie de cuestiones, como que Marie ha comenzado a hablar correctamente en español sin que sus hijas supieran que conociera este idioma, se refiere continuamente al Madrid de la Guerra Civil cuando sus familiares están convencidos de que jamás ha puesto un pie en España o insiste en que su nombre es Dolores. Así pues, Nathalie decide ir tirando del hilo e investigar el pasado de su madre en un viaje a España.
Esa búsqueda sirve de excusa para dirigir la mirada en dos direcciones: el pasado y el presente. Ese viaje en el que se embarca Nathalie nos ofrece la singular perspectiva de quien en la distancia de saberse extranjero en otra tierra, observa lo acontecido y lo que está sucediendo a su alrededor. Nathalie arriba al Madrid de 2015, con un particular contexto sociopolítico y económico, escenario del surgimiento de un nuevo partido político que en las elecciones municipales y autonómicas de ese 2015 apareció con fuerza en el panorama geopolítico español.
Por otra parte, este cómic también retoma la tesis que con excelencia expuso Antonio Altarriba en el guion de El ala rota, sobre la capacidad de silencio de las mujeres de una generación tanto en la sociedad y en el ámbito familiar. Ahonda, de esta manera, en la idea de la cantidad de historias que se han silenciado, que muchas personas guardaron en lo más hondo de su ser y que no comunicaron ni a sus más allegados, con lo que tantos y tantos testimonios se han perdido.
En un bitono que nos remite directamente al pasado, a una fotografía antigua, Loth recrea por medio de la ficción la vida de la que pudo ser una de tantas personas que llegaron a Francia ya a finales de la Guerra Civil huyendo del que sería el régimen imperante en España durante cuatro décadas. Loth vuelve de nuevo su mirada a nuestra Guerra Civil (Los fantasmas de Ermo, Guernica) y lo hace desde un exhaustivo proceso de documentación que lo llevó a nuestro país y del que da cuenta en el epílogo de esta obra.
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