DÍA 7 - OVEJA
LA CRUZADA DE LOS INOCENTES, de Chloé Cruchaudet. DIBBUKS (2019)
El Señor es mi pastor, nada me
falta. En verdes prados me hace descansar. Junto a tranquilas aguas
me conduce. Quizá sean de los versos más conocidos de los
salmos que se recogen en el Antiguo Testamento. Una estrofa que hace
referencia a una de las metáforas más usadas en el cristianismo: la
imagen de ese pastor de almas que cuida y se preocupa de su rebaño.
El rebaño, guiado en sus pasos, escucha sus palabras fielmente y se
siente dichoso al seguir sus designios, unos planes que, como los
caminos del Señor, suelen ser inescrutables. O simplemente harto
complicados. Arduas empresas que requieren del sacrificio de un
número incontable de almas. Personas que enarbolan su fe y persiguen
la consecución de aquello para lo que han sido llamados por su Dios.
Claro ejemplo de ello lo constituyen las cruzadas. Esto es, tal y
como lo concebiría un devoto europeo cristiano de la Edad Media,
salir en expedición constituida con el único fin de liberar Tierra
Santa de los infieles.
En el siglo XIII tuvo lugar la más
atípica y misteriosa de todas ellas y estuvo protagonizada por
niños. De Francia partió un grupo de pequeños a los que se fueron
sumando más y más niños con la intención de liberar Jerusalén
contando como arma su pureza. Parece ser que llegaron a la costa
mediterránea. Pero a partir de allí, nada se sabe. Se especula con
la posibilidad de que esos tiernos infantes acabaran en el mercado de
esclavos.
Un caso realmente magnético con el que
muchos autores se han aventurado a fantasear, brindando su
(ficcionada) versión de los hechos o estableciendo ese episodio como
punto de partida para una historia mucho más compleja. Es el caso de
La cruzada de los inocentes,
de Usumaru Furuya (ECC) o de El país libre. Un relato de
la cruzada de los niños,
concebida por Neil Gaiman con Jamie Delano, Alisa Kwitney, Chris
Bachalo, Peter Snejbjerg, Toby Litt y Peter Gross (ECC).
Chloé
Cruchaudet, autora del exitoso Degenerado,
ofrece en La cruzada de los inocentes
(Dibbuks) su particular recreación de los hechos. La francesa nos
presenta una expedición desprovista de ese halo de épica tan típico
de estas empresas, un entorno religioso que más que ofrecer
consuelo, invita al desazón, y una Europa llena de miseria y
sufrimiento, en la que los más pequeños tienen las de perder. Sus
trazos, sencillos y elásticos, y su paleta de frías tonalidades nos
llevan a la oscuridad del siglo XIII. Chruchaudet lleva con maestría
la trama escogida, presentando la génesis y el desarrollo
cronológico de lo que comenzó siendo el periplo de unos pocos críos
en una serie de capítulos encabezados por estampas de bella factura
a página completa y un texto introductorio alusivo, bajo un epígrafe
estacional.
Más allá de
cuestiones religiosas o históricas y de la veracidad de los datos
contenidos, nos encontramos ante una historia de sólida
construcción, en la que la historietista establece interesantes
argumentos como una realidad que se nos antoja incomprensible a ojos del siglo XIX, la
artimaña, la visión comercial, el cuestionamiento de enunciados
inamovibles, la condescendencia o la asunción de roles que hacen de
este, un tebeo impactante que invita a la reflexión.
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