DÍA 6 - CUIDADOS
LYDIE, de Jordi Lafebre y Zidrou. NORMA (2013)
Enfrentarse a una página en blanco
para escribir sobre uno de tus tebeos favoritos es una sensación un
tanto compleja y llena de contradicciones. Por un lado querer gritar
a los cuatro vientos tu amor incondicional hacia esa obra y por otro,
respeto y responsabilidad a la hora de escoger las palabras adecuadas
que sepan plasmar la verdadera esencia y que inviten a otros a su
lectura. Por una parte querer reflejar todos y cada uno de esos
aspectos que lo hacen tan especial a ojos del devoto, sin olvidar
ninguno de ellos, resaltando aquellos más destacables; por otro,
poner a prueba tu capacidad de síntesis para que el texto no acabe
superando en extensión a la Biblia.
¡Intentémoslo, pues!
Lydie,
de Zidrou y Jordi Lafebre (Norma) se encuentra en el top 10 de mis
preferidos y Zidrou, su guionista, en mi particular y espacioso
panteón de dioses del noveno arte. Fue la lectura de este cómic
precisamente la que convirtió al belga en uno de mis autores
fetiche. Y es que me parece una de las obras más bellas que se han
producido, no solo por su factura, sino también y especialmente, por
el mensaje de humanidad y empatía que transmite. El ser humano es
capaz de lo mejor, y en las viñetas de este tebeo queda más que
patente con los cuidados que los vecinos de calle profesan a una
pobre mujer cuya hijita ha fallecido al poco de nacer. Cuidados que
trascienden el mero acompañamiento en la condescendencia. Esos
vecinos del callejón del bebé con bigote acompañan y cuidan
a Camille en su sueño, en su felicidad soñada.
Siempre he defendido que los personajes
creados por Zidrou tienen la fuerza de las personas de carne y hueso
porque sabe modelarlos como nadie a partir de las pasiones y
sentimientos que rigen el alma humana. Lejos del vacío, del retrato
plano o del sentimentalismo lacrimógeno, generan emociones reales en
el lector. La potencia de sus tramas radica principalmente en la
humanidad de protagonistas y secundarios, en cómo deambulan por el
argumento y en la vitalidad que les otorgan los dibujantes que se
encargan de darles vida. El resultado es la agitación emocional de
los lectores.
En Lydie, la narración gráfica
discurre ágil a través de la voz de una virgen instalada en una
hornacina de una de las casas del Callejón del bebé con bigote (sí,
ese al que nadie llama por su verdadero nombre: Callejón Barón Van
Dick). Los hermosos trazos de Lafebre ensalzan más aún la historia
y suavizan la carga sentimental de alguna de las partes, conformando
un relato confortablemente cálido, con unos personajes de alta
catadura moral, resueltos a creer en aquello que cree su prójimo
para brindar generosamente solidez a su felicidad.
La vida puede ser lo que queramos ver
en ella. ¡Qué hermoso es comprobar que quienes se hallan a tu
alrededor se preocupan por apoyar ésa, tu visión del mundo, la que
te hace feliz!
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